La publicación de hoy no es agradable, pero he sentido la necesidad de hacerla. Podría llamarse terapía de choque o bofetada de realidad... Habrá gente a quien no le guste o no quiera leerla, totalmente comprensible, pero igual que siempre comparto nuestra visión de las alergias creo que como en todo hay que saber lo bueno y lo malo. Las alergias no son una tontería.
Comer fuera de casa: un lujo que muchos damos por sentado. Para quienes no tienen alergias alimentarias, salir a comer a un restaurante es algo cotidiano y sin complicaciones. Pero para las familias que convivimos con alergias alimentarias, cada salida puede ser un desafío lleno de estrés y ansiedad.
Desde revisar minuciosamente el menú hasta asegurarnos de que el personal de cocina entienda la gravedad de una contaminación cruzada, cada mínimo detalle importa. No es solo una comida, es una batalla por la seguridad y la tranquilidad de nuestros hijos, y eso si no terminamos tirando de un táper con la comida de casa.
En ese aspecto, la desensibilización a la leche (ITO) nos ha cambiado la vida. Poder salir a comer por ahí, sentarse en cualquier restaurante sin preguntar, sin mirar los alérgenos de la carta, es lo mejor de haber llegado a los 200 ml de leche. Eso sí, la hamburguesa sin queso... 🤦🏻♀️😅
Comparto esto porque quiero que más personas comprendan la realidad de convivir con alergias y sean conscientes de lo que pasan las familias de niños alérgicos. ✨ ¿Te has preguntado alguna vez cómo es vivir con esta preocupación constante? ✨
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